Nicolás Hernando era el encargado de la Casa de Salud de Arévalo. A sus 84 años, llevaba una veintena de ellos atendiendo a sus hermanos salesianos residentes en la Casa de Salud y en las últimas semanas estuvo activo y preocupado hasta el último momento por ellos.
La comunidad salesiana y su familia sentimos su muerte y creemos en lo que Jesús proclama en el Evangelio: “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque haya muerto vivirá.” (Jn 11, 25).
Le encomendamos al Señor como el siervo bueno y fiel hasta el final. Que nuestra Madre Auxiliadora le conduzca al paraíso prometido por Don Bosco.