La Carta de Roma, la han llamado el “evangelio salesiano”. La escribió desde Roma para sus chicos de Turín porque cerca o lejos siempre pensaba en la felicidad de sus hijos. Redactada cuatro años antes de morir, esta carta refleja la experiencia condensada de la pedagogía y la espiritualidad de D.Bosco.
La familiaridad engendra afecto y el afecto confianza. La presencia es un sacramento que hace posible esa educación que nace del corazón. Porque no basta con querer a los demás, es necesario demostrarlo y que los otros se den cuenta de que les queremos. El modelo está en Jesús, porque la tarea no es nada fácil y por eso necesitamos acudir al maestro de la bondad cuando estemos cansados y agobiados y Él nos aliviará. ¡Cuántas veces hemos descuidado “lo menos” porque teníamos cosas tan importantes que hacer… y así nos hemos distanciado progresivamente de las personas que son “lo más” de nuestra vida!
En estos días en que echamos de menos tantos detalles cotidianos y a tantas personas… el testamento de D.Bosco escrito en la carta de Roma es un faro para orientar nuestra vida… No hay otro secreto para poder vivir todo esto, que sentirse amado y desde esa experiencia personal, querer de verdad a los demás en los pequeños detalles de cada día.