“ Alerta, pero ten calma! No temas, ni se desmaye tu corazón”

25 marzo 2020

Poco a poco, los lugares santos se han ido vaciando de peregrinos y turistas. Hace poco más de una semana estuve junto a un amigo franciscano en la Iglesia del Santo Sepulcro. Mientras contemplábamos la inusual calma y ausencia de turistas, me comentaba que el templo no estaba tan vacío desde la segunda Intifada que sembró la violencia en las calles de Jerusalén. En el altar del monte calvario se encuentra un icono de Cristo crucificado que ahora, evocando lo vivido hace dos mil años, de nuevo vuelve a estar solo. A su lado, un icono de María y otro del apóstol Juan. De nuevo, solos.
 
Por lo demás, desde hace una semana las restricciones en la Ciudad Santa son fuertes. Nadie puede salir de casa sino por extrema necesidad. Desde la ventana de mi cuarto, esta mañana contemplaba como un grupo de judíos, en el patio de la urbanización vecina, cubiertos con el Talit o manto de oración, sin poder acudir a la sinagoga, cumplían con la oración matutina del primer Sabbat de la cuarentena. Sus oraciones y salmos cantados, en esta situación excepcional que no distingue de credos, llegaban hasta nuestra Monasterio Salesiano de Ratisbonne, situado en el barrio judío de Rehavia en la Jerusalén Oeste.
 
Nuestra comunidad salesiana está formada por 50 salesianos de 27 países distintos. Encontrarnos lejos de nuestros países, de la familia y hermanos, de los amigos de siempre, en esta situación es un desafío para la fortaleza. Sin embargo, pese a la distancia, uno se siente más unido que nunca a todo lo que ocurre en cada uno de nuestros países. Las angustias y esperanzas son compartidas. El interés mutuo y la palmada al hombro fraterna nos animan a vivir nuestro ritmo diario, con mayor optimismo, sintiéndonos verdaderamente en familia y sobretodo, cuidándonos unos a otros con responsabilidad.
 
Me gustaría terminar aludiendo a una frase del libro de Isaías que el autor bíblico sitúa en un lugar que se encuentra a tan solo unos pasos de nuestra casa salesiana: “la alberca superior, por la calzada del Campo del Batanero”. Aquí, la narrativa sitúa al profeta Isaías pidiendo al rey Ajaz que no tenga miedo ante una inminente invasión, que confíe en Dios. Lo hace con las siguientes palabras: “¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni se desmaye tu corazón” (Is 7, 4). Creo que, desde este lugar, desde la ciudad de Jerusalén, tantas veces azotada por crisis y guerras, amaneceres y atardeceres, este sea el mejor mensaje que se pueda lanzar en el día de hoy.

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