Llegué con las expectativas muy altas a la Pascua, pensaba que iba a ser algo parecido a la Pascua de primer nivel, pero, aunque tiene casi los mismos momentos, es muy diferente.
En esta Pascua he aprendido a llevarme las reflexiones, los compromisos y el evangelio a un terreno más personal, además de aprender a mantener el silencio dentro para hacer las cosas con serenidad y que el ruido diario de nuestro alrededor no nos aleje del camino, y aplicar estos cambios en mi día a día. Es una Pascua menos visual pero que te marca más por dentro.
De la Pascua no solo te llevas reflexiones y enseñanzas, sino que también te acerca más a aquellas personas que ya formaban parte de tu vida, pero también conoces muchas personas que te aportan algo nuevo, que eso es siempre bueno.
Mi momento favorito fue el lavatorio de pies, porque siempre al reflexionar ves lo malo que haces, pero en ese momento te das cuenta de que también aportas luz a los demás.
También tienes momentos en los que te sientes más cerca de Dios; yo he aprendido a escucharle y a discernir lo que de verdad te hace llegar a la felicidad, que no siempre es el camino más fácil.
En definitiva, en esta Pascua he aprendido verdaderamente a reflexionar y a ver todo lo que hizo Dios de una manera más cercana a mi vida, para poder aplicarlo en mi día a día.
