“La Pascua, una experiencia que podía hacer crecer mi fe”

23 abril 2019

Hola a todos los jóvenes, animadores, salesianos y salesianas y, en definitiva, a quienes formáis parte de nuestro ambiente salesiano. Soy Jaime Villaverde, un chico de Jóvenes 2 del centro juvenil de Carabanchel, y me gustaría contaros qué ha sido esta Pascua de 2019 para mí. En la foto que acompaña a estas líneas podéis verme a la derecha, con la sudadera gris, junto a otros participantes en la Pascua que también provenían de mi centro juvenil de Carabanchel.

Primero me gustaría poneros en situación. En mi grupo de fe apenas llegamos a 7 personas, de las cuales 4 nos hemos ido a las Pascuas de nivel 1 en Arévalo. Para todos nosotros ha sido una experiencia diferente a todo lo demás, porque ninguno fue a la del año anterior, que es cuando deberíamos haber ido, así que “éramos los mayores”. Realmente eso dio igual, porque en los grupos nos dimos cuenta de que las reflexiones de los otros chicos y chicas eran muy profundas, tanto o más que las nuestras.

Para mí estas Pascuas han sido un encuentro, una convivencia todavía más especial. Dado que este año me quiero confirmar, vivir las Pascuas era una experiencia que podía hacer crecer mi fe y que mi decisión fuese más firme, y así ha sido. 

Nuestro pequeño grupito se subió al bus sin conocer a nadie, y, aunque costó un poco, rápidamente empezamos a relacionarnos con otros pequeños grupos. Llegamos a Arévalo y nos encontramos a la gente jugando y riendo, nada diferente de los otros encuentros de PREAS Y ADOS, pero pronto eso cambió.

Después de ensayar los cantos, uno de los momentos que más he disfrutado en todas las Pascuas, llegó el momento de la celebración. Cuando nos retiramos de la Iglesia para el momento del lavatorio de pies en los grupos de origen, estábamos un poco desconcertados… ¿Qué estaba pasando? Pero, tras este símbolo, algo se removió en mi interior; me di cuenta de lo que realmente significaba la frase: “yo he venido a servir y no a ser servido”. Entregarse, darse, dedicarse a los demás, una forma de vida tan dura pero tan agradecida que quiero experimentar cuanto antes.

Al día siguiente, en el vía crucis, se vivió uno de los momentos más duros y tensos del encuentro. Era el momento de mirarse hacia dentro y de reconocer lo imperfectos que somos. Sin duda es una tarea muy difícil la de descubrir nuestras cruces, pero más aun el mostrárselas a los demás, a un grupo de personas a las que apenas conoces pero que por algún motivo sientes que puedes confiar en ellas. Sin duda fue una experiencia preciosa y de la que aprendí mucho, así que os animo a que en la próxima Pascua os arméis de coraje y valentía para hacer lo mismo.

El momento de la celebración de la Muerte del Señor sin duda fue especial. Había mucho silencio, se respiraba en el ambiente esa tristeza por la muerte de un ser querido. Fue un momento para recordar a todas las personas que quieres y a las que muchas veces no se lo demuestras. Sin duda en ese tiempo y durante la oración de la noche fue cuando mas reflexioné sobre mí y mi futuro: sobre mi entrega hacia los demás, como hizo Jesús; y sobre la confianza en Dios incluso en los peores momentos, como la tuvo María.
 
El sábado fue el día en el que más calma y más paz sentí. Durante el sacramento de la reconciliación, donde tuve la oportunidad de agradecerle a Dios todo lo que soy y de todo lo que me rodea, y sobre todo durante la vigilia. Fueron momentos muy especiales donde realmente sentí el abrazo de Dios.

Tras hacer ese recorrido por la pasión, muerte y resurrección de Jesús tocaba llegar a casa y asimilar todo lo que había ocurrido en estos días. No solo me llevo una gran experiencia de Pascua, no solo me llevo muy buenos amigos; me llevo una idea, un plan de futuro, una forma de vida. Vivir como Jesús, dándose hasta el final es duro, pero es mi objetivo. No sé que más deciros aparte de: alegraos ¡El Señor ha resucitado!

Un resumen gráfico de esta Pascua en Arévalo se puede disfrutar en la página de Facebook de SalesianosSSM

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