Los primeros días del mes de diciembre se han juntado en Allariz componentes de los grupos locales de León-La Fontana, Ourense, Oviedo/Avilés, Santiago de Compostela y Vigo-María Auxiliadora. Un total de 31 y 24 participantes, el sábado y el domingo, respectivamente, han compartido experiencias, horas de formación y convivencia.
Encuentro ha sido preparado con esmero y realizado con acierto por el grupo de local de León-La Fontana. Especializados en hallar en los momentos extraordinarios el arte de lo pequeño, han reconocido que Dios les llama, encarnados en la realidad en que viven, una realidad que es rica en interpretaciones pero exigente en las opciones. Después han descubierto que no están solos, que caminan acompañados, iluminados por el Espíritu, para adentrase por los caminos de la santidad. Es hora de no dejarse asustar por la palabra, a veces el lenguaje nos traiciona, y reconocer que vivimos rodeados de personas santas que en su tarea diaria, vivida con dedicación y entrega, encuentran vivo al Dios de la vida
La santidad de Dios, que se refleja en nuestras acciones, brilla en las vidas de cada uno de los componentes de nuestros grupos. La exposición de los temas, la reflexión personal y en los grupos han llevado a implicarse en la realidad en la que estamos insertos, aunque, en muchas ocasiones, nuestros valores, compendiados en el evangelio y en el PVA y los de la sociedad en que nos movemos, choquen frontalmente.
Reconocemos que las dificultades no deben ser problema a la hora de elegir el camino y tomar opciones de vida. La voz del papa Francisco en su exhortación apostólica ‘Gaudete et exultate’ se dejó oír en el encuentro como un mensaje claro de santidad cotidiana que se actualiza en el quehacer de cada individuo, de la familia, del grupo, la comunidad y de la iglesia.
No tenemos otro destino que no sea vivir la santidad que Dios nos regala a todos los grupos y a cada uno de sus componentes: una santidad comunitaria, una santidad del día a día, la santidad de la alegría, la santidad de la piedad sencilla, la santidad de la confianza y del afecto, la santidad, el compromiso…. Y todo ello a la luz de las bienaventuranzas que el Salesiano Cooperador trata de incorporar en su proyecto de vida.
Un paseo por la villa alaricana buscando en grupos las esencias de esta preciosa población, el encuentro de los distintos grupos aleatorios y la puesta en común alimentan las esperanzas que en este primer domingo de Adviento alienta la liturgia.
La eucaristía final nos recuerda que es hora de levantar la cabeza porque se acerca la liberación, con el ruego de presentarse ante Dios como santos e irreprochables, llenos de amor mutuo y de amor a todos. Abrahán, creyendo contra toda esperanza, reinventó el futuro de su pueblo porque el futuro iba con él a todas partes. También nosotros somos portadores de nuestro futuro. Y en el camino de regreso a nuestros lugares de origen, recordábamos que la esperanza, el grito salvador de este Adviento, es todo lo contrario de la experiencia.