En el día de la Beata Alejandrina María da Costa

13 octubre 2017

Alejandrina María da Costa nació el 30 de marzo de 1904 en Balasar, Portugal. Fue educada cristianamente por su madre y su hermana Deolinda. Alejandrina estuvo con su familia hasta los siete años cuando fue enviada a Povoa do Varzim como pensionada en la familia de un carpintero, a fin de poder asistir a la escuela primaria que no había en Balasar. Cuando volvió a Balasar trabajó en el campo; era muy alegre, afectuoso y juguetona, y muy querida por sus compañeras.

Para salvar su pureza, parálisis total
Cuando tenía 14 años se arrojó de una ventana al jardín de su casa para salvaguardar su pureza amenazada por unos mal intencionados. Cinco años más tarde, la lesión que le causó la caída le produjo una parálisis total que la obligó a estar en cama por más de 30 años. Fue cuidada por su hermana mayor.

El carisma salesiano victimal
Ella pidió la gracia de la curación, pero la Virgen le concedió en cambio la gracia de aceptar su sufrimiento, y también el deseo de sufrir por la salvación de las almas. El carisma victimal, que se desarrolló con los Padres Beltrami, Czartoryski, Variara y con Sor Eusebia Palomino, también inspiró a Alejandrina. Ella se ofreció a Cristo como víctima por la conversión de los pecadores y por la paz en el mundo: “No tengo otro objetivo que el de dar gloria a Dios y salvar almas”.

Ni alimento ni bebidas durante 13 años, solo la Eucaristía
Durante cuatro años (1938-1942), superando su habitual parálisis, pudo levantarse de la cama y en 182 ocasiones, cada viernes, durante tres horas de sufrimiento, revivió la pasión de Cristo. Solicitó y obtuvo de Pío XII que el mundo fuera consagrado al Inmaculado Corazón de María (31 de octubre de 1942). Del 27 de marzo de 1942 hasta su muerte, durante 13 años y siete meses, no comió ni bebió nada sino su comunión diaria. El hecho inexplicable fue certificado científicamente por varios médicos, algunas veces en forma humillante para Alejandrina.

Se hace Salesiana Cooperadora
Fue una gran mística. En constante unión con Jesús en los tabernáculos de todo el mundo, recibió éxtasis y revelaciones. El Señor dispuso que su segundo director espiritual fuera un Salesiano, el P. Humberto Pasquale, que recogió su precioso diario. Ella aceptó entonces ser Cooperadora. Decía: “Siento que estoy muy unida a los Salesianos y a los Cooperadores. ¡Cada vez que miro mi diploma de Cooperadora ofrezco mis sufrimientos unida a todos ellos, por la salvación de los jóvenes! Amo a la Congregación. La amo mucho y nunca la olvidaré ni en el cielo ni en la tierra”. Miles de personas acudían a su lecho para recibir de ella palabras de consuelo. El 13 de octubre de 1955, aniversario de la última aparición de Fátima, murió en Balasar, donde está enterrada ahora, en dirección al tabernáculo. Multitud de peregrinos van a visitarla. Juan Pablo II la beatificó el 25 de abril de 2004.

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