“NADA, ya lo verás…” y tanto que lo vi

2 agosto 2017

Llegué allí sin saber muy bien ni en que consistía aquello, ni que hacía exactamente yo allí. Días antes preguntaba, ¿Qué había que hacer? o ¿Qué tenía que llevar? Y la respuesta era entre difusa e inquietante… “NADA, ya lo verás…” y tanto que lo vi.

La acogida no pudo ser mejor, no solo por los que ya se encontraban allí sino por la casa, el entorno, todo ese lugar desprendía un aroma especial, un aroma a paz, a hogar, y a familia.

Los días se escapan un poco al tiempo, momentos de compartir, de encuentro con todos, contigo misma, y con Dios, largas horas que se quedaban cortas, recibir y acoger al que se incorporaba, despedir al que ya se marchaba.

Una vida comunitaria muy compartida, desde lo más básico como hacer la compra, preparar la comida, poner la mesa, limpiar, fregar y cosas organizativas propias de un hogar, hasta las más esenciales y profundas en una vida cristiana, como recibir alguna propuesta de trabajo personal, una conversación debajo de un árbol, una larga oración sentada en una piedra, escuchar y compartir las reflexiones del día, celebrar la eucaristía (Aunque en realidad todo el día era como una eucaristía de larga duración)… Todo vivido con personas tan distintas, pero tan iguales a mí, cada uno compartiendo parte de sí mismo con los demás. Es decir, Vivir el Evangelio cotidianamente.

Las propuestas de trabajo eran muy enriquecedoras, y ayudaban a compartir, y a llegar a aspectos de tu vida, o reflexiones que no te habrías parado a hacer, Tocar, Ver, Camino, Palabra, Música, Comer, Silencio, Oler… Y la manera de llevarlas, proponerlas y acompañarlas, por Juanky Aonso y Txetxu Villota, era un verdadero privilegio y una delicia, un sentir que era el mismo Jesús de Nazaret, quien te hacía la propuesta y te cogía la mano.

A nivel personal, ha sido muy fructificante encontrar este silencio, en el que tanto “he escuchado”, ordenado mi proyecto de vida, y sacado un poco de brillo a rincones algo oxidados. En general un sentimiento de plenitud. 

Días después de esta experiencia solo puedo dar gracias, pocas palabras diferentes me salen, y ninguna que describa más lo que siento, GRACIAS, a Dios por seguir acompañando mis pasos, y gracias a todas las personas con las que he compartido estos maravillosos días.  GRACIAS Edu, Kike, Ana, Juanky, Eguzkiñe, Antonio, Txetxu, Susana, Blanca, Alberto, Gema, Inés, Ramón, Silvia, Deborah, en especial al Jefe Supremo, GRACIAS.

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