Después de firmar actas, preparar exámenes y recoger la sala de profesores, el pasado 1 de julio dejábamos Madrid para comenzar el Camino de Santiago. El grupo estaba formado por 48 personas, la gran mayoría profesores del colegio de todas las etapas, miembros del PAS y sus familias.
Comenzamos nuestro camino en la parroquia de nuestra casa salesiana de Paseo de Extremadura. Antes de iniciar el viaje, recibimos la bendición del peregrino y, después de seis horas, llegamos a Sarria, punto de partida de nuestra experiencia. Por la tarde participamos en la eucaristía del convento de la Magdalena, y después de la cena, tuvimos las buenas noches en las que cada uno reflexionó sobre sus expectativas personales, sus miedos y fortalezas ante el camino.
A las seis de la mañana sonaron los despertadores, como el resto de los días salvo en Santiago, y sigilosamente tocaba hacer la mochila, tomar un desayuno frugal, cargar la mochila al hombro, hacer estiramientos y ponernos en manos de nuestra Madre, María Auxiliadora, para que nos acompañara en la etapa.
Cada día estuvo ambientado en diferentes símbolos del camino. El primer día reflexionamos sobre las flechas amarillas; sin ellas sería muy difícil seguir correctamente, al igual que nos pasa en nuestra vida. Muchas personas aparecen en nuestro camino como esas flechas que nos guían, o incluso nosotros podemos ser flechas para otros.
El segundo día, ya en Portomarín, hablamos sobre el bordón. Muchas peregrinos lo llevan cuando caminan porque marca el ritmo, ayuda en las cuestas…En esa etapa cada uno de nosotros pensamos en las personas que son bordones en nuestra vida, y que nos sostienen cuando más lo necesitamos.
El tercer día, en Palas, el agua fue el símbolo de la etapa. Esencial para vivir, este elemento sacia la sed. Durante la mañana pensamos personalmente qué tipo de sed tenemos cada uno de nosotros.
Ribadiso, muy cerca de Arzúa, fue el destino del cuarto día. Durante la etapa, la más larga y calurosa de nuestro camino, reflexionamos sobre las botas. Son feas, pesadas, se ensucian pero dejan huella. A lo largo de los casi 30 kilométros pensamos en las huellas que seguimos en nuestras vidas, y en el tipo de huellas que dejamos a las personas que nos siguen.
Y llegamos a Pedrouzo, última etapa de nuestro camino; tan sólo nos separaban 20 kilómetros de Santiago. Y durante esa mañana pensamos en las estrellas, en las personas que nos han precedido en esta experiencia.
El día 6 de julio llegamos a Santiago todos juntos. Dimos el abrazo al santo, visitamos la tumba del apóstol y, a la mañana siguiente, antes de nuestro regreso, participamos en la misa del peregrino.
Sin duda han sido unos días muy especiales para todos nosotros. Experiencia de grupo y de convivencia, de compartir y celebrar, de caminar todos juntos en la misma dirección, de sostener y apoyar al que lo necesitaba, y de ser sostenidos por tus compañeros cuando tus fuerzas flaqueban.
Nos hemos sentido parte viva de la Comunidad Educativa Pastoral de Paseo de Extremadura. Ojalá sepamos llevar a nuestros claustros, alumnos y familias todo lo que hemos sentido, aprendido y vivido en este Camino de Santiago. Ha sido todo un regalo.