Al concluir la experiencia del Capítulo Inspectorial ‘16, el primero de nuestra Inspectoría "Santiago el Mayor", os invitaba a dar gracias a Dios porque, sin duda, resultó una experiencia del Espíritu, un acontecimiento de gracia que nos hará crecer en comunión inspectorial y en el desarrollo de la misión compartida que se nos ha encomendado en esta bendita, rica y variada tierra de Asturias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Galicia, La Rioja, Madrid, Navarra y País Vasco.
Todas las casas recibieron una lámpara, que luce encendida en las capillas de nuestras comunidades, como recuerdo de este acontecimiento tan importante para la inspectoría. Lleva esta inscripción: “Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Está tomada de la Palabra de Dios, en los primeros versos del segundo poema del Siervo de Yahveh, que se proclamó en la Eucaristía de clausura. En la homilía os decía que es esta, y no otra, la meta que ha de dirigir y mover nuestras voluntades: la salvación que queremos para nosotros, para los jóvenes y para toda la humanidad.
He ahí el mejor motor, la mejor motivación para asumir los retos, las metas, los objetivos que en el Capítulo Inspectorial nos hemos propuesto: Cristo, el Señor. Él es nuestra salvación. Él es la salvación que alcanzará todos los confines de la tierra. Él es la salvación que anunciamos. Por Él lo hemos dejado todo. Nos llama a estar con Él, y nos envía a acompañar a otros, especialmente a los jóvenes, los más pobres, a encontrarse con Él, que es “amigo y salvador” como gustaba presentarlo Don Bosco a sus muchachos. Y así, fascinados por Él, estar dispuestos a ser sus discípulos hasta los confines de la tierra.
Desde el principio hemos manifestado nuestra buena disposición para hacer nuestra la voluntad de Dios manifestada en lo que ha ido aconteciendo en el Capítulo. Os invito ahora a acoger los documentos capitulares que os presento, como un verdadero camino para alcanzar la meta. En ellos encontramos la expresión de la voluntad de Dios para nosotros en este tiempo.
Por tanto, ahora se trata de “vivir estos documentos”: acogerlos, estudiarlos, profundizarlos, hacerlos nuestros, concretarlos en las casas, como manera de unirnos a Jesús en su “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Os animo, pues, a vivir las deliberaciones capitulares como nuestro AMÉN, sintiéndonos miembros responsables de una comunidad de obediencia que –con palabras del que fuera Rector Mayor, D. Vecchi- “nos hace pasar de la búsqueda exasperada de la autorrealización individual al don gozoso que introduce la autotrascendencia, de la obediencia de pura ejecución a la obediencia como asunción de un proyecto compartido, del estilo del “navegante solitario” al humilde empeño de quien tiene viva conciencia de que la comunión sigue siendo su primera misión”.
Todos, pues, siguiendo las indicaciones de la Madre del Señor, “haced lo que Él os diga”. Obedientes, en un “NOSOTROS OBEDECEMOS”, a cuanto el Señor nos ha manifestado en este Capítulo Inspectorial como su voluntad para nosotros y en esta hora. Convencidos, como nos dice nuestro Rector Mayor, D. Ángel, de estar en la “trama de Dios” y de que “abandonándonos en él, dándole el primado de nuestra vida, somos capaces de llegar, como D. Bosco, incluso a la temeridad” (cfr. Discurso final CG27 en CGXXVII, p.174).
Juan Carlos Pérez Godoy, SDB
Todos los documentos en este enlace.