Religiones Verdaderas

27 noviembre 2015

 

Hace unos años hablar de islam no resultaba sospechoso en absoluto. El Islam era considerado como una religión importante seguida por millones de personas que a lo largo de la Historia había dejado una honda huella artística en muchas culturas. El mundo islámico parecía distinto, sí, pero culto y vinculado con el arte, la música y hasta con el refinamiento de la cultura.

En nuestro país incluso éramos conscientes de que la huella islámica era muy importante y se y estudiaban con interés todos los vestigios de su cultura.

Hoy, sin embargo, las cosas han cambiado. Hablar de islam suele relacionarse con una ideología fanática que propicia violencia en el mundo y que no quiere dialogar sino imponer sus costumbres. Basta buscar el cualquier periódico digital la palabra islámico para encontrarnos con las palabras integrismo, violencia, machismo, guerra, yihad, Isis… en definitiva para relacionarla con terrorismo.

Y ciertamente el terrorismo islamista ha dejado una oleada de miedo y sangre en Estados Unidos, España, Inglaterra. Nigeria…y recientemente en París argumentando razones supuestamente religiosas que han querido servir de justificación para crímenes abominables.

Todo esto puede provocar un odio a todo lo que suene a islam reduciéndolo a una especie de fanatismo machista, retrógrado y brutal que generalice el rechazo y la desconfianza con todo lo que suene a musulmán. En un ambiente, por otra parte, en donde a lo religioso se le quiere encasillar como algo pasado de moda o como signo de integrismo, la globalización de lo antireligioso cobra un extraordinario protagonismo.

Esto es un error peligroso. Generalizar la idea de que la intransigencia y la violencia son connaturales a la religión es ciertamente perversa. Creo que en este momento la estigmatización de tantos musulmanes buenos que hay en nuestra Europa es un peligro real y pudiera ser una reacción injusta que buscara la venganza en personas que son las más de la veces, víctimas del odio islamista (no hay que olvidar que el fanatismo islamista ha matado fundamentalmente a musulmanes).

Creo que hoy es necesario valorar la opción religiosa que toman las personas y que las religiones están llamadas a trabajar unidas por la justicia. Creo que cualquier religión puede ser verdadera si cumple una serie de requisitos. Me atrevo a apuntar diez:

  1. Colaborar en la felicidad de la persona que la practica y dar se sentido a la propia vida.
  2. No arrogarse el derecho del exclusivismo y creer que los demás, piensen como piensen, son hermanos.
  3. Contribuir a la felicidad de todas las personas como fruto de una visión trascendente de la vida.
  4. Considerar que hombres y mujeres tienen la misma dignidad y son el mayor Templo en el que Dios habita.
  5. Buscar la paz y luchar por la justicia siempre desde medios pacíficos.
  6. No ir en contra del progreso científico sino alentarlo y defenderlo, exigiendo a la ciencia una utilización humana de todo lo que descubre.
  7. Tener la convicción de que el amor es la actitud fundamental de alabanza a Dios.
  8. Considerar que la solidaridad con el pobre es una exigencia ética fruto de las convicciones espirituales.
  9. Trabajar con personas de otras creencias religiosas y con otras de ninguna creencia trascendente para buscar un mundo más justo y humano.
  10. Dejar una herencia artística y cultural en la Historia que la humanice y la haga más hermosa.

Por eso, creo que no hay nada tan antireligioso como el fanatismo religioso. No en vano, a Jesús de Nazaret le mataron en nombre de Dios. Y en esa muerte se unieron todos: los judíos piadosos y los descreídos romanos.

Me da por tanto un cierto miedo que se relacione religión con violencia. Y temo, créanme, que una sociedad como la nuestra pueda tornarse laicista (que no laica), desterrando la cultura religiosa de la vida académica y relegándola a una pura opción personal. Hoy más que nunca es necesario estudiar los textos sagrados que como La Biblia, El Corán y Los Vedas han inspirado a tantos pueblos. Es necesario conocer técnicamente esos libros para contextualizarlos y hacer que estén al servicio de la dignidad humana. La incultura religiosa a la larga se vuelve tan intolerante como el fanatismo religioso.

Líbrenos Dios, Yahveh, Allah o Manitú de un fanatismo piadoso o de un laicismo materialista que se conviertan en alimento del odio.

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