Jóvenes en un voluntariado sin fronteras

27 julio 2015

Muchos jóvenes participan como voluntarios en campamentos y en diversas actividades de tiempo libre y de servicios sociales que se desarrollan. Y también es una buena época para otro tipo de voluntariado que va más allá de nuestras fronteras.

Un grupo de unos 20 jóvenes de edades comprendidas entre 24 y 40 años y una familia con sus hijas, van a viajar a lo largo de estos meses a países como Angola, Benín, Bolivia, Ghana, Ecuador, Guatemala y Méjico. Colaborarán en proyectos muy diversos, dentro de la misión salesiana: niños/as de la calle, centros de acogida, oratorios-centros juveniles, formación de educadores, animadores y catequistas… Pero lo más importante es la capacidad que tenga para absorber y enriquecerse con lo que allí se van a encontrar, compartiendo experiencias que cuestionan el propio modo de entender la vida.

Algunos voluntarios proceden de obras salesianas (Atocha, Salamanca, Valladolid, Alcalá, Soto del Real, Aranjuez, León…) y otros se acercan por primera vez a nosotros, experimentando (dicho por ellos mismos) una gran acogida, cercanía y sentido de familia.

Todos ellos han seguido un plan de formación inspectorial que comenzó ya en el mes de diciembre del 2014 y que se ha ido desarrollando a lo largo de varios fines de semana en Valladolid, Madrid y La Cabrera (Madrid), concluyendo con un emotivo encuentro “de envío” en Mohernando (Guadalajara) a final de junio.

La valoración de la formación propuesta es muy buena, tanto en lo que se refiere a los contenidos como al ambiente de convivencia, de diálogo, los momentos celebrativos y los momentos de distensión, etc. Un pequeño equipo de personas acompaña esta formación e intenta estar cercano a las voluntarias y voluntarios, atendiendo las dificultades e imprevistos que en este tipo de experiencias siempre surgen.

Sabemos que estas experiencias de voluntariado no van a resolver los problemas de los lugares a donde van a colaborar. Pero creemos en el efecto transformador que pueden provocar, empezando por la persona de los propios voluntarios, continuando por sus lugares de origen (obra salesiana, lugar de trabajo, familia…) y, cómo no, también con la riqueza que aportan a los lugares que les van a recibir.

El próximo año podrán ser más o menos, pero lo que importa es que sean de calidad y que nos ayuden a mejorar un poco el mundo en el que vivimos.

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