Mohernando es un lugar muy especial, ya que la casa salesiana El Encinar tiene una copia exacta de la casa de Don Bosco de Turín. Y qué mejor lugar que este para despedir a los voluntarios antes de salir hacia las periferias del mundo, a tierras de misión. Por su carga simbólica y significado en lo salesiano fue el destino elegido para el último encuentro del curso, denominado “del envío”, del grupo de voluntariado misionero de Jóvenes y Desarrollo de la Inspectoría de Santiago el Mayor. Ha sido la última parada de muchos de ellos poco antes de partir, a lo largo de los meses de este verano, a países del sur, en donde conocerán de primera mano otra manera de vivir, las consecuencias de la injusticia, del hambre, la pobreza… Vivirán en otro mundo.
En el encuentro, que tuvo lugar del 26 al 28 de junio, participaron 38 personas venidas desde Coruña, Asturias y Santander hasta Puertollano, pasando por León, Salamanca, Valladolid y Madrid. Aunque mayoritariamente proceden del ambiente salesiano, esta propuesta atrae a otra gente joven que valora el proceso, la formación, el compromiso y la misión en favor de los jóvenes, por lo que se han sumado a la causa salesiana. De los 22 enviados, 14 recibieron la cruz misionera en la Eucaristía de despedida que presidió Xabi Camino, Consejero Inspectorial y Coordinador Inspectorial de Animación Vocacional, y dos la recibieron el día anterior en el marco de la oración de la tarde.
Los voluntarios que este año viaja al sur, han estado acompañados en todo el proceso, iniciado en diciembre, por un equipo de formación, con Luis Martín al frente, como Coordinador Inspectorial de Animación Misionera. A este encuentro de Mohernando, también asistieron voluntarios que ya han vivido en otros años su experiencia en territorios de misión, así como otros que todavía no han tenido la oportunidad. Lo bonito de estos encuentros de voluntariado, para aquellos voluntarios que no salen este verano, es el poder compartir la ilusión y las motivaciones de aquellos que se van durante un mes o más a compartir la vida. Por otra parte, los veteranos, que ya han ido otros años, coincidieron en señalar que es mucho más lo que recibes que lo que vas a poder dar; además, dieron algunos consejos a los más noveles: observar, adaptarse a la realidad y tener las dos manos abiertas para ayudar en todo lo que se pueda. Pero, como dijo Isabel Jiménez, “todavía es más importante tener abierto y disponible el corazón”.
Tijuana en México, Ecuador, Benín, Guatemala, Angola o Ghana serán algunos de los países a los que viajarán para prestar su apoyo en proyectos impulsados por los salesianos. Una experiencia que también puede vivirse en familia; es el caso de Inmaculada, que a mitad de julio partirá con sus tres hijas, de entre 11 y 14 años, Irene, Jimena y María, para vivir su experiencia de voluntariado apoyando las actividades en un centro juvenil en algún lugar de Ecuador.
Pero la experiencia de voluntariado no puede ser algo puntual ni temporal; va más allá, es un compromiso de vida. Así lo aseguró el presidente de Jóvenes y Desarrollo, Manuel de Castro, que también quiso despedirse de los voluntarios, justo cuando se cumplen 200 años del nacimiento de Don Bosco. Finalmente, les recordó que el objetivo no es otro que llevar a cabo la misión de Don Bosco, la misión salesiana: comprometerse en la formación de los jóvenes en los países más desfavorecidos.
Los voluntarios también visitaron, guiados por Paco Santos, la réplica de la casa de Don Bosco, donde un día soñó que se pondría al frente de unos muchachos que blasfemaban y se pegaban unos a los otros, para ser amigo de los jóvenes y educar con el corazón, “no con golpes, sino con la mansedumbre y la caridad”.
Gracias también a estos voluntarios que 200 años después siguen haciendo realidad los sueños; como dijo Jesús Ángel Cid, “vosotros también hacéis vivo a Don Bosco hoy en cada uno de los jóvenes con los que vais a compartir vuestra vida, porque vais a dar posibilidades de vida digna a otros jóvenes que también viven en este mundo global”.