La eucaristía, presidida por Juan Carlos Pérez Godoy, provincial de Salesianos Santiago el Mayor, fue el marco en el que el joven salesiano pronunció sus votos en la Congregación Salesiana, para servir a los jóvenes, con el estilo de Don Bosco.
Como subrayó el inspector en la homilía, fue muy significativa la presencia de jóvenes de los distintos centros juveniles por los que Rubén ha pasado en estos años como salesiano. A ellos se dirigió Juan Carlos Pérez Godoy cuando les dijo que, el paso que daba Rubén con su profesión perpetua, era un mensaje que Dios tenía para cada uno de ellos esa tarde: que Dios es capaz de llenar una vida y darle sentido; que, como consagrado, Rubén era memoria viva de Jesucristo en medio del mundo y que viviendo como Cristo se es plenamente feliz; y, finalmente, que la felicidad se encuentra cuando uno dedica toda su vida a hacer felices a los demás.
La ceremonia, en la que participó un nutrido grupo de salesianos, hubo algunos momentos especialmente intensos, y que la concurrida asamblea vivió en silencio y oración. Uno de ellos fue cuando, con Rubén postrado en el suelo, toda la asamblea cantó las letanías de los santos invocando su intercesión. También cuando, una vez pronunciada la fórmula de la profesión perpetua, el neoprofeso fue acogido con un abrazo por los salesianos presentes en el templo. Momentos significativos que fueron subrayados con un aplauso por parte de los presentes.
Al finalizar la eucaristía, Rubén Escribano dio las gracias a su familia, a los salesianos y comunidades en las que ha vivido estos años, a los jóvenes con los que ha trabajado y, especialmente a Dios, por la vocación recibida.
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