Su experiencia personal con los Salesianos y con la Familia Salesiana, la creatividad y el sentido práctico de Don Bosco y sus hijos espirituales, la figura de María Auxiliadora, el amor a la Eucaristía y a la Iglesia; la alegría salesiana, la bondad, la educación a la belleza, el papel de la mujer, la experiencia misionera … Son todos temas tocados por el Papa Francisco en su discurso improvisado en la Basílica de María Auxiliadora, en lo que bien puede ser considerada una verdadera "catequesis Salesiana".
El diálogo se abrió con un emocionante discurso del Rector Mayor, Don Ángel Fernández Artime, quien en sus palabras recordó cómo Don Bosco había "comenzado todo con un Ave María, bajo la forma de un oratorio" y explicando que su "secreto "estaba en" "aceptar la vida como una misión entre los jóvenes, dada por Dios" con la certeza de que "Dios quiere la salvación de todos los jóvenes, empezando por los más vulnerables y que se encontraban expuestos al peligro humano y religioso".
Citando el ejemplo del fundador, Don A. F. Artime renovó el compromiso de la Familia Salesiana a trabajar por los jóvenes, especialmente los más necesitados, en un espíritu de servicio a la Iglesia y en fidelidad al Papa; y un poco en broma también aseguró al Papa el compromiso en la Patagonia –en referencia a la recomendación que el Santo Padre había dejado a los Salesianos en la reunión con los participantes en el Capítulo General 27 (marzo de 2014).
Fue entonces el turno del Papa, quien inmediatamente dejó el discurso oficial de lado para hablar más espontáneamente. Al inicio el Papa Francisco recordó con simpatía su primer encuentro con Don A. F. Artime, fruto de una peregrinación nacional de la juventud a la Virgen de Luján, cuando él era arzobispo de Buenos Aires y don Ángel Inspector salesiano. "¡Este es el gallego que llegó para mandarnos!" chiste que se contaba en ese tiempo, bromeó. Pero más allá de la frase, el Pontífice dijo haber apreciado "su humildad y su servicio."
El Papa recalcó numerosos y conocidos motivos que lo unen a la espiritualidad y a la Familia Salesiana: la figura de Don Enrico Pozzoli, esencial para él y para sus padres; la pasión deportiva del San Lorenzo de Almagro ("equipo con los colores de la Virgen, y formado por chicos de la calle"), obra del salesiano Lorenzo Massa; y en particular el último año en el Instituto Salesiano de Ramos Mejía, donde dijo que había aprendido "a amar a la Virgen", donde se formó "a la belleza, el amor, y la afectividad", según el estilo que el mismo Don Bosco utilizaba con sus muchachos, aprendido del amor de Mamá Margarita. "Estoy muy agradecido a la Familia Salesiana por lo que ha hecho en mi vida", resumió.
Hablando de Mamá Margarita ("sin ella no se puede entender a Don Bosco"), el Santo Padre habló sobre el papel de las mujeres y los modelos educativos femeninos que se deberían proponer a las jóvenes, las alumnas de los Salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora. No funcionalismo de los roles, sino una educación de acuerdo con modelos fidedignos de las mujeres que saben amar, fue la respuesta del Papa a los que piden nombramientos femeninos en los puestos de mando de la curia.
Papa Francisco también habló de la actualidad y, estableciendo una comparación con la era de Don Bosco, observó que "hoy en día muchas cosas han cambiado, pero la situación de los jóvenes es más o menos lo misma." Para ello, exclamó, "el carisma es una realidad muy grande" y ha pedido tomar decisiones valientes por parte de los Salesianos, como Don Bosco supo tomar riesgos así los salesianos deben saber cómo ser prácticos", el salesiano es concreto: ve el problema, piensa en lo que tiene que realizar y toma en sus manos la situación".
De la visión salesiana eligió dos aspectos: la atención a la formación profesional, sobre todo hoy, frente a la lacra del desempleo de los jóvenes, lo que lleva a requerir "una educación adecuada a la crisis"; y el aspecto misionero” testimoniado por tantos hombres y mujeres que han dedicado su vida a la evangelización de las personas -incluyendo los de la Patagonia.
Después de cruzar lentamente la nave central de la Basílica, saludando con cariño a quienes encontraba en su paso, fue luego despedido por los fieles presentes en la plaza, invitándolos a estar siempre alegre y -como de costumbre- a orar por él.