Ecos de la Fiesta inspectorial: “Era la tarde azul”

5 mayo 2015

 

ERA LA TARDE AZUL

                       

Era la tarde azul como el misterio,
   La concha, abierta tremolaba en nácar;

              ¿Quién la izó en ese mástil, quien la supo?
            Veníamos del páramo y cansancio,
               nuestros andares rotos…..
          iCuántos ríos pasamos sin el puente
               y aun llegamos
     hasta la fuente azul de que partimos!

    ***
 Íbamos aquella tarde haciendo lentos y cansados  el camino,
Tal vez ya la andadura era muy larga y Cristo se hizo encontradizo
en encuentro de la vida y ministerio para ser Él nuestro alivio.
preguntó cuál era el problema en discusión que nosotros teníamos.
– ¿Tan extraño eres tú a nuestros problemas, querido caminante amigo,
Que no sabes la tragedia de esta Jerusalén  en que vivimos?
-¿Qué es lo que ha pasado?, nos dijo, preguntando con gran tino
-Que esperábamos el cambio que al iniciar nuestra vida creímos.
Que íbamos a expulsar demonios de las gentes y de muchos niños.
Que jóvenes sin rumbo iban ser amigos tuyos, tus discípulos…
Esperábamos, esperábamos… y ves que estamos hoy un poco perdidos.
Aunque dicen algunos que el Bosco fundador cumplirá lo prometido
 y hay chicos que escucharon tu mensaje y santos sí que han sido.

Esperábamos que en tu nombre sanaríamos al joven de todos los delitos
Y ya ves, amigo, la tarde de la vida está cayendo y estamos compungidos,
Y vamos caminado un poco solitarios, en desilusión y algo cansinos…
 
Esperábamos, amigo, que los lobos dejaran de serlo, que hubieran sido
Corderos que siguieran al pastor que tú, Buen Pastor, habías prometido…

-¡Qué necios insensatos sois, ¿no comprendéis, amigos míos
Que no debe ser más que el maestro quien quiera ser discípulo;
Que el grano cae en muchos predios aun siendo muy buen trigo,
Y que la espiga  ha de esperar del cielo el incremento debido,
y la siega llegará cuando el tiempo de Dios se haya  cumplido?

-Nosotros esperábamos… cosechas de ilusión, sí le dijimos…
¿Te acuerdas, Cleofás, Amable, Alberto, Juan Antonio, Emilio?
¿Te acuerdas Cleofás, Luis, José, Julián y tú Leovigildo?

Y nos llenó nuestra alma de palabras sencillas y el corazón henchido
Que era el maestro quien hablaba en la Escritura y su saber divino.
-¿No os dije que estaría con vosotros hasta el fin del mundo conocido.
-¿No os dije que al final sería la cosecha sin cizaña de ningún enemigo?

Y entramos a cenar porque la tarde iba cayendo, el buen amigo
quería marchar a la hora de la cena, y nosotros retenerlo queríamos.
-Entra, Señor, que la noche está ya encima, todos juntos le dijimos.
Y entró para quedarse y nosotros, una cena de amigos le ofrecimos.

El fuego del hogar ardiendo y un velón de amor estaba ya encendido,
manteles de brocado puso en nuestra mesa el amigo peregrino,
sacó de su zurrón pan candeal y un jarro hermoso de vino envejecido
y empezamos la cena como se hace en casa de la madre y de un amigo.

-Comed del pan, nos dijo, comed, la noche es larga y duro es el camino.
-Comed de este maná y no lo guardéis para vosotros, repartidlo
entre gentes hambrientas y los jóvenes que el Boschetto ya os dijo:
El chico aquel a quien seguisteis era buen amigo y discípulo mío…

La luz era muy tenue, no había oscuridad, no había ningún ruido,
La luz se fue apagando lentamente, y al momento, con asombro vimos
La figura del Maestro, razón de nuestra vida  a quien seguíamos.

Y Él nos miró con esa mirada con que solo mira ese Dios mismo.
Nos sonrió en su cara, nos dio su paz y nos lanzó un beso infinito.
Y cogiendo la hogaza de pan blanco en sus manos y el vino envejecido,
Partió el pan en varios trozos, y con voz extraña tan sublime nos dijo:
-Comed y dadlo a los demás, bebed y dad a los sedientos este vino,
que el pan y el vino son palabras de amor, de testimonio y  servicio…
                                ***

Y hoy aquí, pasados sesenta años de aquellos primeros sacrificios,
agradeciendo a Dios que estuviera al lado aquella tarde, os decimos
que también nosotros, Cleofás, Alberto, Juan Antonio, Emilio;
nosotros caminantes, Luis, Julián, Amable, José  y  Leovigildo,
que nosotros, al iniciar el sacerdocio y al llegar a este día mismo,
al partir con Él su pan y vino, camino de Emaús, lo conocimos.

                                                                       Luis Lozano Merino
                                                                       25 de abril de 20015
                                                         Fiesta Inspectorial Santiago el Mayor   

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