El Hotel Ergife fue La sede del congreso, organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA). Participaron cerca de 1300 formadores, provenientes de 114 países, representando a más de 500 carismas de las diversas formas de vida de especial consagración. De entre ellos: 27 Salesianos, SDB y 15 Hijas de María Auxiliadora, FMA. El grupo de novicias de las Hijas de María Auxiliadora animó la oración de cada día, junto los los Legionarios de Cristo.
El Congreso fue presidido por el Cardenal João Braz de Aviz, Prefecto de la CIVCSVA y moderado por el Arzobispo José Rodríguez Carballo, Secretario de la misma. El tema: “Vivir en Cristo según la forma del Evangelio (PC 2). Formados para la Vida Consagrada en el corazón de la Iglesia y del Mundo.” Apunta Samuel Segura, vicario de la Inspectoría Santiago el Mayor y delegado de Formación y Comunidad: “ambos con una presencia cordial y cercana y, por supuesto, también la del Papa Francisco, que recibió a los miembros del congreso en audiencia, en la sala Pablo VI”.
Mediar, acompañar, compartir
En los días que duró el congreso se fueron presentando las diversas propuestas que pueden contribuir a mejorar la calidad de la formación dirigida a los y las jóvenes que optan por la vida religiosa. Samuel destaca alguna de ellas: El acompañamiento a los formandos mediante el discernimiento, la importancia de una comunidad formadora que trabaje en equipo, el formador será el mediador de la acción formadora de Dios.
En definitiva, se propuso entender la formación como un auténtico “arte relacional”, añade Samuel, como un encuentro entre dos libertades pendientes de buscar y encontrar la voluntad de Dios”. El formador es un referente para los destinatarios de la formación: “un paciente compañero de camino, cercano, capaz de compartir incluso su propia vida, hablar de su testimonio, incluso a través de sus propias limitaciones”.
Así lo destacó el propio Papa Francisco durante la audiencia: no son sólo “maestros”, sino sobre todo, testigos del seguimiento de Cristo en su propio carisma. De donde deriva – añadió – la exigencia de estar siempre atentos a la propia formación personal, a partir de la amistad fuerte con el único Maestro”.
