Fue… como soñar

15 abril 2015


La Iglesia, no llena, pero bien cumplida de público de la parroquia y seguidores de los cantores. Un  silencio cerrado duró los 45 minutos. ¡Menos Prozak y más polifonía clásica”, es una buena conclusión del acto cultural con motivo del Bicentenario de Don Bosco. La parroquia ha respondido  a la cita. Era una obligación de nuestra comunidad cristiana  con él.

¿El concierto?

Fue el inicio con tres piezas del maestro español Tomás Luis de Vitoria: Popule meus,  las quejas de Jesús ante un pueblo infiel y distante “Pueblo mío ¿qué te he hecho?” Como una lamentación del divino corazón de Cristo apenado ante la ingratitud.

Y siguió el Amicus meus, que es la historia de una traición, que hiere el alma. Sólo con un beso… Las voces, acompasadas, intimistas, como una ola creciente de pena y sentimiento, mantiene la melodía navegando en armonías concordadas. “Mirad- “O vos omnes”-  todos los que vais de camino y ved si hay dolor semejante al mío.

Es el suspiro del amigo traicionado, que es Jesús.”Mil pesares” de Joaquin de Pérez lanza al viento un duelo y una pena por el desamor entre amigos. La coral mantiene la respiración como un interrogante en los aires, para luego exaltar el “Pan Divino y gracioso” de la Eucaristía que levanta los ánimos de los creyentes y ablanda los corazones duros. Francisco Guerrero es su autor que con Vitoria y Morales forman la trinidad polifónica del renacimiento español.

Aparece Mozart con una sencillo “Ave verum” de amor a Cristo, sangrante en la Cruz. Los cantores resisten la intensidad de las notas cargadas de dramatismo que se unen al “Stabat Mater” del húngaro Kodaly, que delicadamente acentúa el dolor de una madre angustiada. Una oración por un amigo muerto al escalar una montaña, hace  que  el “Signore delle cime”-Dios de las cumbres- de B. de Marzi, se apiade de un pobre muchacho; es una elegía, una ferviente canción fúnebre. De pronto una música suave y penetrante, celestial y coral acompaña la caída violenta de las aguas del Iguazú.

Es “el Ave mará guaraní” de Morricone, conmovedora. Fauré con “In paradisum” atenúa el miedo con un arrullo de la muerte, que busca la liberación final. Las voces rejuvenecen con Haendel y su “Benedicat vobis” el aleluya de la resurrección. Dos espirituales negros celebran la libertad y el amor sentido al Señor. ¿El concierto? Se nos fue volando, como una gaviota cruzando los cielos del “Naranjo”…sin hacer ruido. Fue…como  soñar. ¡Aquello era música!

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