Ya sabemos que esta palabra es un tanto grandilocuente para aplicarla a tan poco tiempo, pero ya nos entendemos.

El tiempo no acompañaba que digamos. La lluvia era tan intensa y el viento tan fuerte, que de poco servían los paraguas y chubasqueros. Pero como sarna con gusto no pica, allí estábamos casi todos los que nos habíamos apuntado previamente.

Los animó, y nunca mejor dicho, Antonio Arto, hasta hace bien poco, y durante 48 años, profesor de Psicología en la Universidad Salesiana de Roma. Actualmente forma parte de la comunidad de Santander.

Nos hizo trabajar de lo lindo. Pero, la verdad sea dicha, nadie se quejó. Tuvo la sabiduría de mezclar temas religiosos y salesianos con aspectos que él domina bien en el campo psicológico.

Nos hizo escribir y hablar a todos. Bueno, casi todos. Algunas se extrañaban de verse en público por primera vez en su vida. Y no era para contar un chiste o una batallita, sino para tratar de temas realmente serios.

Al final, todos salimos contentos. Con ganas de que llegue el año que viene para ver si podemos repetir la experiencia y mejorarla. De hecho, algunos pidieron en la misa de clausura por “aquellos que querían haber venido, pero no pudieron”.

Tenemos que dar gracias, además del “predicador”, a la comunidad de Santander que nos acogió de maravilla (instalaciones, calefacción, comida, cafelitos…), y a aquellos que se movieron en la sombra para contactar con todos los interesados de ADMA de los tres grupos de Santander, Antiguos Alumnos, Salesianos Cooperadores, SDB…

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