La Inmaculada, fiesta salesiana

6 diciembre 2014

Después del encuentro con Don Bosco, Bartolomé Garelli volvió una semana más tarde con un grupo de amigos, jóvenes trabajadores como él. Poco a poco, se unieron más muchachos, algunos de los cuales procedían de la cárcel. Don Bosco les impartía catequesis y les ayudaba para que trabajaran en unas condiciones dignas. Los jóvenes se sentían queridos y “resultaban, al fin, buenos cristianos y honrados ciudadanos”.


Devoción mariana de Don Bosco
Desde que Don Bosco inicia su labor pastoral en Turín, muestra su devoción por tres advocaciones diferentes de la Virgen: por la Consolata en los primeros años; posteriormente por la Inmaculada; y finalmente por la Auxiliadora.

La devoción del santo turinés al Corazón Inmaculado surge antes incluso de la declaración del dogma de la Inmaculada en 1852. En Valdocco, la devoción a la Inmaculada se convierte así para la pedagogía salesiana en motor que alienta el esfuerzo, la piedad, la bondad, la pureza, la alegría, el compañerismo, la vida de familia y el discernimiento de la vocación, tal como Don Bosco quería.

En sus Memorias Biográficas, el fundador de los Salesianos recuerda: “Todas las bendiciones que nos han llovido del cielo son fruto del avemaría rezada con fervor y recta intención junto con el joven Bartolomé Garelli”.

La intercesión de la Inmaculada
Precisamente en el Oratorio, Santo Domingo Savio organizó un grupo que se llamaba Compañía de María Inmaculada. Estos jóvenes ayudaron con una entrega encomiable a Don Bosco en algunas de las tareas más importantes del Oratorio.

El día de la Inmaculada sucedieron varias gracias. También un 8 de diciembre, pero de 1984, la Santa Sede promulgaba las Constituciones aprobadas tras su revisión en el Capítulo General XXII de los Salesianos, celebrado en Roma en ese mismo año.

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