Llevamos acumuladas muchas dificultades a lo largo de este año. Demasiadas personas viven con ansiedad, con miedo y con tristeza. Ante la angustia y el estrés muchos buscan espacios de serenidad en los que alcanzar el bienestar del cuerpo y de la mente. Se necesitan experiencias positivas, momentos para uno mismo, técnicas de autoayuda y de relajación mental. Y en un contexto así, Jesús sigue saliendo a nuestro encuentro. 

Porque su resurrección no es una cosa del pasado. Ese anuncio ilumina esta mañana de abril para todos aquellos que tenemos el deseo de encontrarnos con Jesús. Solo desde ese encuentro, personal e intransferible, en el aquí y el ahora de nuestra vida, podrá brotar algo nuevo para nosotros.

Un encuentro como el de María junto al sepulcro, en el que la angustia se convirtió en alegría, o el de Tomás en el cenáculo cuando las dudas se transformaron en una confesión de fe. Un encuentro como el de Pedro junto al lago, que borró los remordimientos con un amor limpio y transparente, o como el de los dos discípulos en el camino hacia  Emaús, desalentados e incapaces de entender lo que Dios estaba diciéndoles a través de la Palabra y de la vida que estaba delante de sus ojos. 

Encuentros de creyentes de ayer, que iluminan nuestro propio camino de fe jalonado en muchas ocasiones, por situaciones difíciles que necesitan ser transformadas por ese encuentro personal con el perdón y la paz que nos regala el Resucitado.

Hoy es domingo de Resurrección y mi deseo es que esa fuerza imparable de la Vida que Jesús nos regala, llegue a cada uno de nosotros, nos sostenga en los momentos de fragilidad y aliente nuestra esperanza para seguir siendo sus testigos.

¡Feliz domingo de Pascua!